Cuando lo veas venir, huye. No tengas miedo de ser cobarde, pero no seas un héroe. Los héroes, en realidad, son los mayores cobardes. Básicamente porque no les importa implicar a otros en sus aventuras y desventuras. Y encima, de tanto pisotear, son aclamados. No se entiende. Son sólo marionetas.
Huir no es malo. Cambiar no es malo. Que no te engañen. Seguir en el error para complacer a otros que te colgarán medallitas a la vez que te patearán el culo y el cerebro y el alma si te la encuentran es de gilipollas. Pero te llamarán héroe. No te equivoques.
El que huye para salvarse de la quema, a pesar de las opiniones en contra, el que se resiste a la venta, el que teme el cambio pero lo afronta con su correspondiente miedo no es un valiente, es un humano, un cobarde.
Y paga el precio de no arrastrar a nadie con sus decisiones. Y es más libre que otros. Y se siente poderoso con todas sus limitaciones. Y se puede reir de los héroes. Héroes atrapados. Héroes obligados a seguir un camino que ni recuerdan si eligieron. Héroes insatisfechos, dedicados a satisfacer las expectativas de otros.
Yo, cuando sea mayor, muy mayor, si alguna vez pienso en mi vida, mientras me balanceo en una mecedora o en un columpio del parque, no quiero verme como un héroe. Me reconoceré cobarde. Pensaré en todo lo que pude haber hecho y no quise o no me atreví. Y llegaré a la conclusión de que, probablemente, si lo hubiera hecho no podría disfrutar de mi suave balanceo en la mecedora o en el columpio del parque.
Porque yo quiero llegar a mayor, muy mayor, con la conciencia tranquila. Con mi cachito de libertad intacto. Con el niño de dentro sin morirse de pena. Más allá de éxitos o fracasos dictados por personas que ni conozco.
Nota: Para Antonia. Tú misma, para tí misma, por tí misma...y que les jodan.
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