morrrrralla

Querido personajillo que me miras desde lo alto de lo más alto de tu alto castillo. Ese castillo que tú mismo te has construido para sentirte a salvo. Me ves chiquitito desde tan arriba. Te hace sentir bien, seguro.
Si acaso se me ocurre subir un poquito, tú no acostumbras a bajar, sabes que puedes empujarme porque no voy a oponer resistencia. Y es que te veo triste. Y un empujón tuyo, en realidad, no es casi nada. Sé que así logras quererte un poquito y por eso te regalo mi paciencia.
Pero no abuses. No me empujes a menudo ni mucho menos cada vez más fuerte. Sigues siendo, ahí en lo alto, infinitamente más pequeño que yo.

Además, te me vas a hacer muy visible, demasiado. Tanto que yo terminaré por hacerme invisible para tí.

Y llegará el día en que te detengas un momento, a mirar a tu alrededor, a mirarte por dentro, y sabrás lo sólo que estás. Porque ya no servirán tus intentos de empequeñecer a otros para sentir así que creces. Porque te sabrás chiquitito.

Entonces, cuando caigas por fin desde lo alto de lo más alto de tu alto castillo y no quieras volver a subir, cuando te sepas con todas tus limitaciones, cuando te aceptes. Quizás entonces pueda volverme de nuevo visible para tí.