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29 de julio de 2008

mrtriz

Suena el despertador. Otra vez, otra mañana, otro día. Te duchas mientras preparas el café. Te vistes. Y piensas en nada, si es que eso es posible, en uno de los escasos momentos del día en que estás contigo mismo, mientras vas encajando caladas de tu cigarro y sorbos de tu taza.
El metro, como siempre atestado y apestado. No logras entender cómo la gente lo soporta. Vuelves a la superficie para tomar un autobús. Tardan algo más pero cada día te importa menos llegar tarde al trabajo. Además en el autobús puedes observar mejor a la gente. Te imaginas cómo son sus vidas. Si son tan vacías y aburridas como la tuya o quizá tengan algo más de ¿vida? Eso lo puedes ver en sus rostros, en sus ojos sobre todo. Pero acostumbra a ser desolador. Te sientes menos infeliz cuando llegas a tu destino. Básicamente porque casi todos a los que has podido observar parecen más apesadumbrados que tú.
Incluso a veces sonríes, por cosas que ves y te hacen gracia y ellos te miran extrañados. Sí, es realmente extraño ver sonrisas a primera hora de la mañana. Bueno, a mediodía tampoco ves muchas. Quizás las de los turistas, pero esas no cuentan en tu estadística de felicidad cotidiana. Estar de vacaciones no es lo cotidiano. Definitivamente, no valen.
Saludos a doquier, sin más sentido que el de la propia corrección social, antes de llegar a tu despacho. Enciendes el ordenador. Miras tu agenda. Reunión en media hora. Nueva selección de personal. Otra vez. Para el mismo proyecto por el que ya habían pasado cinco personas en apenas dos años. Fantástico.
No soportas a Rubén el jefe de recursos humanos. A veces te preguntabas si había alguien menos humano que él. Y gestionaba precisamente ese departamento. Ahí estaba, sentado en la sala de reuniones con un montón de curriculums que ya ojeaba cuando levantó la vista y te encontró.
– Buenos días Luís, de lunes ¿eh? -su sonrisa delataba cómo disfrutaba de lo que a otros les parecía un coñazo, los puñeteros lunes. Un puto adicto al trabajo-. Bueno, comencemos ya que hoy tengo un día apretado. Oye, ¿publicaste el anuncio tal y como te indiqué?
Sí claro. Con las funciones, requisitos y sí, cuestiones imprescindibles enfatizadas en mayúsculas.
Buscamos un profesional con experiencia en el mundo de la comunicación y de las relaciones públicas de al menos tres años. Será el responsable de dar apoyo al director de comunicación y RR.PP de España y Portugal en todas las acciones que este departamento lleve a cabo.
Sus funciones serán las de crear, mantener y actualizar bases de datos, así como el contacto proactivo y diario con los medios de comunicación, creación y envío de notas de prensa y el seguimiento de la recepción de éstas. Deberá organizar y asistir a eventos en España y Portugal; demostraciones y presentaciones a prensa, ferias, congresos, etc. Tendrá que actualizar y mantener la web, la intranet internacional y la intranet nacional. Tendrá que mantener contacto continuo con el equipo comercial y de marketing de la compañía y colaborar con todos ellos.
Persona MUY PROACTIVA, con mucha empatía, comercial, dinámica, entusiasta, que disfrute con el contacto con la gente, los medios de comunicación y los clientes.
Es FUNDAMENTAL que se trate de una persona MUY ORGANIZADA, con alta capacidad de rendimiento y adaptación y reacción en cualquier tipo de situación. Profesional resolutivo, autónomo, muy comunicativo con sus compañeros y con clientes, periodistas y proveedores.Es FUNDAMENTAL que tenga un nivel alto de inglés, hablado y escrito. Es FUNDAMENTAL que domine Access, Excell, Power Point y Word y que tenga conocimientos de programas de retoque de imagen. Con DISPONIBILIDAD PARA VIAJAR.
Sería positivo que pudiera incorporarse de manera inmediata.
Jornada laboral completa, horario a determinar. Salario: 16.000 € - 18.000 € Bruto/año.

– Joder Luís, es increíble, nos han enviado 138 currículums en dos días. No dejan de sorprenderme. Además casi todos cumplen los requisitos de sobra.
– Supongo que es la necesidad o la desesperación.
– Bueno, si no tienes estómago para esto, siempre puedes formar parte de esta panda de pringados. Además es genial, mira, vamos a poder pedirles lo que queramos. Tenemos que ir preparando las entrevistas. Encárgate de ello y ten claro que me interesa mucho que la persona que se vaya a quedar no nos de problemas, no ponga pegas a lo de echar horas por la cara y a ver si esta vez tenemos claro que nos tiene que durar un tiempo. Así que nada de mayores de 30 años, si están hipotecados mejor, los que tengan demasiada experiencia me los descartas de ya. Y poco más. Yo creo que al final tienen que quedarte unos 25 para la entrevista. Y de esos, los que menos pregunten y los que más acepten. Ya sabes cómo se hace. A los que queden después de la entrevista y la prueba, me los pasas. No más de 5, no me jodas Luís con tus escrúpulos de siempre.
Y listo, así era Rubén, lo tenía todo clarito. La calidad del proyecto le interesaba una mierda, pero ahorrarse unos miles de euros mientras iba sacando el trabajo a trompicones era suficiente para que su departamento luciera como para que la panda de ineptos que dirigían la empresa lo consideraran eficiente. Él les bailaba el agua y trepaba como si fuera lo único que había hecho desde que nació.
Beneficios, beneficios y beneficios. No entendías cómo. Productos que no cubrían las características y calidades con las que se publicitaban, un servicio y atención al cliente nefasto... ni hablar claro de la situación de los trabajadores. Pero ahí estaba la empresa ganado dinero como loca.
Ni siquiera pasas más de unos minutos pensando en ello. Te engulle la maraña de tareas a las que ya no encuentras ni lógica ni motivación ni nada. Bueno sí, lo único es el ingreso a final de mes en tu cuenta corriente. Y si bien considerabas que se trabajaba para vivir y no al contrario, empezabas a estar asqueado de hacer lo que hacías durante ocho horas, cuando no eran diez, día a día, de lunes a viernes. Era demasiado tiempo de tu vida.
Así que ese día, cuando terminaste y regresaste a tu casa, te duchaste, preparaste la cena y pusiste la peli que habías alquilado, disfrutaste como nunca de ti mismo. Y te diste cuenta de que ya no eras un chaval pero que aún quedaba mucha vida. De que estabas harto de tan sólo respirar.
Pensaste en la cara que pondría Rubén cuando le dijeras que sí, que te ibas a unir a la larga lista esa de pringados. Y ahí sí que sonreíste. Y qué bien dormiste, cabrón, como hacía tiempo que no dormías.
Pero el despertador te devolvió de nuevo a tu realidad, a la de verdad, a la de la hipoteca, sí tu también tenías una, al coche que aún no habías pagado tampoco, al plan de jubilación y al de pensiones, al polvo dos o tres veces por semana con Marisa, tu última como lo quieras llamar, a las escapadas a la sierra y al verano en el apartamento de Conil. A dejar de soñar. El café ya ha salido.

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